La conmemoración de los 40 años de la palma de cera como árbol nacional, fue mucho más que una celebración simbólica en el Quindío; fue una reafirmación del compromiso ambiental que caracteriza al departamento. En La Campiña, pleno corazón del valle del Cocora, durante un acto lleno de significado, el gobernador Juan Miguel Galvis Bedoya lideró la siembra de cerca de un centenar de nuevos individuos, acompañado por autoridades ambientales, administración municipal y departamental, líderes comunitarios, estudiantes y campesinos.
Pero más allá de la siembra, La Campiña representa una historia real de lucha y resiliencia en torno a la conservación. Esta finca, ubicada en el valle de Cocora (zona rural de Salento) y propiedad de Carlos Navarro y sus hermanos, alberga actualmente más de 3.500 especímenes. Un esfuerzo familiar que durante años ha buscado preservar este símbolo nacional, enfrentando incluso amenazas que pusieron en riesgo el ecosistema.
Hace algunos años, los Navarro notaron que muchas de sus palmas comenzaban a deteriorarse sin causa aparente. Tras investigaciones y seguimiento, descubrieron la presencia de una plaga devastadora: el cucarrón picudo, un insecto que perfora la palma y la debilita desde su interior. Alarmados, hicieron contacto con la Federación Colombiana de Palmas y, a través de su presidente Jens Mesa, recibieron el respaldo técnico de la mejor bióloga del equipo. Inició entonces un riguroso proceso de observación, análisis y pruebas que les permitió entender el comportamiento del insecto. Finalmente, descubrieron que lavar las palmas con agua y jabón en polvo evitaba la propagación del insecto.
Gracias a esta acción, lograron rescatar numerosas palmas y evitar un impacto mayor en este valle, uno de los ecosistemas más representativos de Colombia. Carlos Navarro afirma con orgullo que “salvar las palmas fue salvar una parte del Cocora. Lo hicimos por amor a la tierra, y porque sabemos que, sin ellas, nuestro paisaje y nuestra identidad se desvanecerían”. Hoy, con el respaldo de la Gobernación, la labor de conservación continúa, sembrando esperanza para las futuras generaciones y reafirmando que el Quindío está comprometido con su biodiversidad, su paisaje y su gente.